lunes, 2 de febrero de 2009

Imponer las manos denota autoridad



Los Patriarcas del Antiguo Testamento imponían las manos a sus hijos para bendecirles. Cristo imponía las manos sobre los Apóstoles para conferirles el Espíritu Santo. Los Apóstoles a su vez, y después de ellos los Obispos y los sacerdotes, imponen las manos para consagrar y confirmar.



Pero ¿qué autoridad tiene un laico para imponerlas manos sobre otro laico, o lo que es peor, sobre un Obispo o un Cardenal? ¿Quién les ha dado esa autoridad?



No Cristo, que ha establecido el Sacramento de la Confirmación para conferir el Espíritu Santo; ni la Iglesia, que no sabe nada del Bautismo del Espíritu; ni el mismo Espíritu Santo, puesto que no hay pruebas en la Escritura o en la Tradición de que haya conferido tal autoridad.



Y no se objete que es un simple gesto que cualquiera puede hacer. No es un simple e inútil gesto. Es una acción "sacramental", porque se hace en petición fantástica (casi se podría decir sacrilega) para que, por medio del gesto, se produzca una efusión extraordinaria del Espíritu Santo, con experiencia mística y carismas muy superiores a los que pueden producir los Sacramentos del Bautismo, de la Confirmación, del Orden, y verdaderamente de cualquier otro Sacramento.

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Los pentecostales dicen que la efusión milagrosa del Espíritu Santo se debe a la fe: ¿es que no ha dicho Cristo que donde quiera que se reúnan dos o tres en su nombre, Él estaría en medio de ellos? ¿No ha afirmado también que cualquiera que tuviese fe como un grano de mostaza, sería capaz de obrar grandes milagros? ¿Por qué maravillarse entonces, si los carismáticos obran cosas extraordinarias?


La afirmación suena bien cuando no se examina de cerca.

Pero en realidad Cristo prometió que estaría entre aquéllos que se hallaran reunidos en su nombre, pero tiene que ser en su nombre, esto es, entre aquéllos que se reúnen para pedir lo que agrada a Dios. Ahora bien, Dios jamás ha prometido tales experiencias místicas, ni éstas son de ningún modo necesarias para nuestra santificación. Dios nos pide hacer uso de todos los medios ordinarios puestos a nuestra disposición: Confesión, Sacrificio de la Misa, Comunión, otros Sacramentos.

En realidad la búsqueda de la experiencia extraordinaria implica que los carismáticos no creen en el poder de los Sacramentos. Ellos ni siquiera creen en la presencia del Espíritu Santo, a menos que, como Tomás, lo sientan y lo toquen.

Aquí son oportunas las palabras de Cristo: "¡porque me has visto, has creído! Bienaventurados los que no vieron y creyeron" (Juan 20, 29). Parece que los pentecostales han olvidado esta enseñanza de Cristo.


P.José Sarto y P.Francisco Putti (El Movimiento Carismático)

1 comentario:

aquiles m. dijo...

Siempre recuerdo, siendo niño, mi abuelo brasilero, me daba su bendión con las manos.
Yo se las debía pedir dichiendo "chon"
Son sensaciones indelebles. Para siempre.
Gracias por ayudarme con este recuerdo.

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