viernes, 18 de marzo de 2016

El arcángel san Gabriel (18 de marzo)



El arcángel san Gabriel.



Los nombres que la sagrada Escritura da a los santos ángeles, sirven para declararnos sus ministerios y oficios: Y por esto aquel Príncipe valeroso que tomó la voz de Dios contra Lucifer, se llama Miguel, que quiere decir: ¿Quién como Dios? Y el que vino a curar a Tobías, se llama Rafael, que se interpreta Medicina de Dios: y el que anunció a la Virgen la Encarnación del Verbo eterno, Gabriel, que significa Fortaleza de Dios, porque venía a anunciar al que había de ser Hombre y Dios, y en la flaqueza de nuestra carne mostrar el brazo fuerte de su divinidad. Del ángel san Gabriel hallamos en las divinas Letras haber aparecido al profeta Daniel, y señalándole el tiempo en que el Mesías había de venir al mundo y librarle con su muerte del duro yugo de Satanás, cumpli­das aquellas hebdómadas o semanas de años abreviadas y misteriosas. El mismo san Gabriel apareció a Zacarías estando incensando el altar, y le anunció el dichoso nacimiento de su hijo san Juan Bautista, y el gozo universal que todos de él recibirían, y la abundancia de gracia y de Espíritu Santo que tendría aquel niño, aun en las entrañas de su madre. Y finalmente vino a la purísima Virgen y Reina del cielo, nuestra Señora, como secretario del Consistorio divino, para declarar lo que en él se había determinado de la Encarnación del Hijo de Dios, tomándola a ella por madre. Las tres embajadas del arcángel san Gabriel, si bien se miran, hallamos que todas se enderezan a un mismo fin y eran parte del profundísimo misterio de la Encarnación: porque a Daniel descubrió el tiempo en que el Señor del cielo había de aparecer en la tierra, y el Deseado de las gentes había de dar por ellas su vida; y a Za­carías anunció el nacimiento de san Juan Bautista, que venía como precursor y aposentador del mismo Señor, para dárnoslo a conocer y mostrárnoslo con su dedo: Y finalmente vino san Ga­briel como glorioso mensajero de Dios a la Virgen sacratísima, para declararle el misterio inefable de la Encarnación del Verbo eterno en su sagrado vientre, y para disponerla y pedirle su consentimiento. Por este motivo debemos hacer fiesta del gloriosí­simo arcángel san Gabriel y reverenciarlo como nuncio enviado de Dios, y ministro de aquel beneficio incomparable que la infinita bondad del Señor hizo a todo el género humano.


Reflexión: 

Si acá, los príncipes de la tierra, para tratar grandes negocios, envían a los grandes de su reino, no hay duda sino que para intervenir en el gran misterio de nuestra redención, y en la nueva alianza que Hizo Dios con los hombres, escogería a un ángel nobilísimo y de los más sublimes príncipes del celestial ejército. Por esta causa san Ireneo llama a san Gabriel Príncipe de los án­geles, y semejante título le dan san Ambrosio, san Agustín, san Gregorio y otros sagrados doctores de la Iglesia. Seamos, pues, muy devotos de este gloriosísimo arcángel, le honremos y pidámosle siempre su ayuda y favor, para que por su intercesión alcancemos el fruto de aquel soberano misterio, del cual fue embajador celestial, y ya que por particular concesión de la Silla apostólica se celebra en los reinos de España la festividad de san Gabriel, que como se ha dicho, significa fortaleza de Dios; pidámosle en este día el soberano don de la fortaleza para no desmayar en medio de los peligros en que nos hallamos, y pelear, varonilmente contra los adversarios de nuestra fe y de nuestras almas, y no perder por nuestra culpa el inestimable beneficio de la redención de Cristo.


Oración: 

Oh Dios, que elegiste al arcángel Gabriel entre todos los ángeles para que viniese a anunciar el Misterio inefable de tu Encarnación, concédenos benignamente que los que celebramos su festividad en la tierra, experimentemos que nos patrocina desde el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890


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