lunes, 4 de abril de 2016

San Isidoro, arzobispo de Sevilla, doctor (4 de abril)



San Isidoro, arzobispo de Sevilla, doctor.

(† 636.)


El esclarecido doctor de la Iglesia de Cristo san Isidoro, fue de muy ilustre linaje, hijo de Severiano, capitán de la milicia de Cartagena, y hermano menor de san Leandro, de san Fulgencio y de santa Florentina. Se dice de él que cuando determinaba dejar el estudio, desconfiado de su aprovechamiento, se llegó a un pozo y vio que en el brocal había surcos que con el uso habían hecho las sogas, y dijo entre sí: Puede la soga cavar la piedra; y ¿no podrá el continuo estudio imprimir en mí la ciencia? Y con esto se dio muy de veras al estudio, y fue en las ciencias y lenguas tan consumado, que no hubo en su tiempo quién le igualase. Estando sus santos hermanos desterrados por Leovigirdo, se opuso a los herejes arríanos con tanto fervor y elocuencia, que no pudiendo resistirle, trataron de matarlo, y lo pusieran por obra, si Dios no le guardara para mayores cosas. A la muerte de san Leandro, lo nombraron por aclamación universal, sucesor de su hermano en la iglesia de Sevilla, y arrebatándolo el pueblo, con grandes aplausos lo sentaron por la fuerza en la silla episcopal, donde luego comenzó a resplandecer como sol y alumbrar al mudo. Lo llamó el pontífice san Gregorio Magno, otro Salomón; y le envió el palio con la jurisdicción vicaria de la Santa Sede en toda la iglesia de España. Escribió regla para los monjes, ablandando el rigor de la antigua, hizo misal y breviario que por su nombre se llamó Gótico Isidoriano, y por haber usado de él los cristianos que vivían entre los moros se llamó Mozárabe. Presidió en el cuarto Concilio Toledano y en el segundo Hispalense, y fue muy venerado de los reyes y prelados, y considerado universalmente como oráculo de la cristiandad. El solo nos conservó en sus libros numerosísimos muchos tesoros de la antigua sabiduría, y edificó en Sevilla algunos Colegios, donde se criase en virtud y letras la juventud más escogida de toda España; y de su escuela salieron varones muy insignes, y entre ellos san Ildefonso y san Braulio. Finalmente después de haber gobernado santísimamente su iglesia por espacio de cuarenta años, tomó seis meses para darse del todo a la oración y prepararse para la muerte ; y al cabo se hizo llevar a la iglesia de san Vicente, y cubiertas sus carnes de cilicios y ceniza, entregó su alma purísima a Dios, que para tanto bien lo había criado. 


Reflexión: 

En la hora de su muerte, profetizó san Isidoro a los españoles, que si se apartaban de la Doctrina evangélica que habían recibido, caerían de la cumbre de aquella felicidad en que estaban, en un abismo de gravísimas calamidades; pero que si después se reconociesen, Dios los levantaría y haría más gloriosos que a otras muchas naciones. Se cumplió la profecía en la destrucción de España por los moros, y en su reparación, después de haberlos vencido; porque la nación española no sólo llegó a ser la primera nación y potencia del mundo, sino que vio tan extendido su imperio, que podía decir que nunca se ponía en ella el sol. ¡Qué maravilla, pues, que por haber pecado de nuevo adorando los ídolos de las naciones extranjeras, al paso que ha ido perdiendo la integridad de su fe, haya ido perdiendo también sus inmensos dominios, y venido a la presente miseria? Roguemos a Dios que se apiade de esa malograda nación para que reconociendo y detestando su prevaricación, vuelva al recto sendero de la ley católica y a su antigua gloria, poderío y grandeza. 


Oración: 

Oh Dios, que diste a tu pueblo al bienaventurado Isidoro por ministro de la eterna salud; concédenos que tengamos por intercesor en los cielos a quien en la tierra tuvimos por maestro de la vida. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890

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